Quién soy

En un mundo imperfecto, yo no soy la excepción

domingo, 1 de julio de 2012

CALMA CHICHA

Despierto de golpe. El puño del miedo deja una presión en el vientre que me angustia. Quiero borrar el desasosiego que deja la pesadilla inquietante. Ojala pudiese cerrar los ojos y cruzar a una realidad distinta, pero desear no sirve. Tal vez por eso lloro, a pesar de mi supuesta madurez, y tecleo gritos de socorro en la tarde de verano.

Me doy cuenta de que me he puesto el vestido de cualquier manera. La  cremallera que cierra la espalda se abre mostrando la desnudez que he entrevisto en el sueño. Ahora que no me tiemblan las manos debería subirla, pero para qué.

Intento recoger los pedazos de lógica que han saltado. Todo está en orden me digo. Calma. No hay fotos esparcidas por el suelo recordando a los que no están. Si subiese las persianas, la tarde de verano se apoderaría de la casa llenándola de luz y color. La única pantalla que hay encendida es ésta, y quien habla de desde ella soy yo. Ha desaparecido el olor ajeno y las dentelladas de su risa arisca ya  no me devoran.

Respiro dejando escapar esa ira que no quiero dentro. Doy vueltas apoyada en las paredes que me acogen. En estos momentos querría fumadora y obligar a los pulmones a buscar el oxigeno que necesito. Igual podría servir un trago de whisky. Se trata de adormecer esta lucidez implacable que me araña por dentro.

De pie, en la cocina bebo agua. Subo la cremallera del vestido y, ante el espejo, eludo adivinar donde acecha el miedo.

Llaman a la puerta. El castillo de naipes milagrosamente sigue en pie y la dama de la torre vuelve a contemplar el mundo desde la ventana

4 comentarios:

  1. Hasta esa ventana mando yo un saludo agitando los brazos, leyendo tus letras que siempre dejan marca por ser profundas, por ser parte de tu auténtica forma de transmitir.
    Besos, Ángela

    ResponderEliminar
  2. Ay, amiga mía!!! Sabes que la primera impresión fue de dolor. Después de releerlo sigo sintiendo ese desasosiego y esa tristeza que te envolvió aquella tarde. Aún triste, no deja de ser un perfecto relato que me cuenta mucho de tí. Un abrazo, amiga!

    ResponderEliminar
  3. Supongo que será normal padecer temores.
    En realidad, no lo supongo, lo sé perfectamente.
    Como sé también que el tuyo no es un castillo de naipes (aunque a veces te lo parezca) sino de piedra bien cimentada y, como ves, a esa ventana a la que te asomas, acude mucha gente que te quiere.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
  4. El dolor es más doloroso cuando no sabes hasta dónde va a llegar... tú puedes con él!

    ResponderEliminar