Quién soy

En un mundo imperfecto, yo no soy la excepción

jueves, 20 de diciembre de 2012

¿La hora final? (mi particular correo pre-mayas)

Saludos desde el penúltimo día de la humanidad (según los mayas).

¿Te imaginas si aciertan? Yo, por si acaso antes de acostarme me  lavaré el pelo, prescindiré de franelas y algodones y conjuntaré. Muerta, pero arreglaica, para que cuando seres procedentes de algún lugar remoto del universo encuentren nuestro rastro no me vean hecha una zarrapastrosa.

El caso es que en cierto modo es liberador eso de pensar ploffff se acabó la función en esta obra de teatro que es la vida y en la que a todos nos faltan horas de ensayo (así nos sale jajajaja).

Como ves no estoy original, y ni siquiera profunda.  Esta noche desperté a la 1’30, las 3, las 4’30 y (¡¡¡¡ lo peor !!!!) a las 6’30. 

Tal vez sea por eso que la única pregunta que esta mañana circulaba  por mi cerebro era la siguiente: “¿Cuánto tiempo vive una mosca vulgaris?” Y es que desde el lunes comparto piso con una mosca matusalenica que aletea asquerosamente a mi alrededor. Debe saber que el insecticida me da alergia y que no tengo valor (ni puntería) para fulminarla con algún objeto que luego tendría que tirar o desinfectar, y vuela feliz en la cálida atmósfera que ambas compartimos muy a mi pesar.

Abrazos.


P.D. Ya averigüé cuanto puede vivir una mosca común y follonera. ¡¡¡ Siete días!!! Eso significa que esta Nochebuena cenaremos juntas. Como ella irá de negro, me toca a mí poner color. Claro está... si los mayas no aciertan.


Hoy

Si aciertan,  y todo acaba...

No tiene sentido que haga testamento por dos motivos: No tengo nada de valor y no quedaría nadie a quien legar. Problema resuelto.

Podría arrojar un “te quiero y no deseo vivir sin ti", pero como ya no viviré tanto da. Si no lo digo, me ahorro el cortazo de no obtener un “y yo a ti”. Problema resuelto.

Problemas de dinero, de organización, enfados, aplazamientos, tristezas, anhelos, ausencias… Nada existirá ya.

Sin problemas y sin mañana, hoy juego a sentirme yo. Y sonrío porque… no pienso hacer en este jueves 20 diciembre de 2012, vaticinado como el penúltimo día de la humanidad, otra cosa que vivir, segundo a segundo, el tiempo que me reste.

jueves, 13 de diciembre de 2012

2 en 1

Como muchos otros, cada mañana abro mi correo. No sé cómo está  configurada vuestra página de inicio, pero en la mía aparecen noticias varias, enlaces y un horóscopo tan falso que el lunes o el martes te cuenta como va a ser el  pasado fin de semana.

Hoy un Papa Noel  y el número 50 atrapan mi mirada. Normal que tal cosa suceda, porque el reclamo está ahí, puesto que llevo años diciendo que voy a buscar un cincuentón aparente y que me gustan los hombres con barriga. Pero no… si leo atentamente veo que se habla de 50 ideas para regalar esta Navidad, y que lo hace en plan sexista. Según este artículo a las mujeres las enamoran bolsos, perfumes, zapatos, y a ellos deporte, moda, música y lectura.

Perpleja me planteo si soy un 2 en 1. Yo no me enamoro de un bolso, ni de un perfume ni de unos zapatos, a lo sumo pueden gustarle a mi yo frívolo, pero enamorarme… ¡ja!, para eso necesitaría el hombre que huele a ese perfume, calza esos zapatos y… ¿con bolso?

¡Cáspita! ¡Recorcholis! ¡Repámpanos! (Como en los bocadillos que salían de la boca de los personajes de los tebeos de mi infancia, de mi boca no brotan tacos salvo que invente un personaje y ahí me lance a soltar lindezas que, aunque  puedo y sé hacerlo, no van conmigo).

Varias exclamaciones demostrando mi estupefacción después… Medito (profunda que es una) sobre la materialista referencia a enamorarse de los objetos en cuestión. ¡Qué  poco romántico! ¿Objetos? ¿Cuándo el amor ha sido objetivo? Si somos sujetos sentimos subjetivamente. Ya lo expresó muy bien Blaise Pascal, además en francés considerado el lenguaje del amor, “el corazón tiene razones que la razón no comprende”.

Aún procesando estas dudas que me invaden, sigo pensando… que tengo que tener algo de varón puesto que también me gusta la moda, la música y la lectura. Me libro de etiquetarme de camionero testosterónico total porque el deporte no me interesa en absoluto; pero me siento rara, clasificada como  mujer que no se enamora convencionalmente y que tiene gustos masculinos.

Y la verdad, me preocupa esta indefinición mía porque este escrito, aparentemente baladí  (tenía ganas de utilizar esta palabra) está  patrocinado por la sabiduría del Corte Inglés, supremo oráculo de nuestras vidas.


martes, 11 de diciembre de 2012

Insomne

Las cinco de la mañana es una mala hora para despertar. Miras el reloj y, tras la satisfacción de constatar que aún no es hora de levantarte, comienzas una peregrinación loca tras un sueño que juega al escondite entre las sabanas y hace muecas desde la almohada.

Piensas si no sería mejor abandonar la cama e instalarte con un café frente a absurdos programas de teletienda que jamás has visto. Pero es diciembre y hace frío. Tal vez si cierras los ojos y conjuras una imagen, una sensación…

Nada. El sueño hizo sus maletas por hoy y te abandonó antes del amanecer. Sabes lo que es eso. Tras los párpados cerrados, intuyes que la oscuridad se va transformando en tonos grises hasta llegar a un blanco amanecer.

Y llega, arrastrando al sueño prófugo y dispuesto a envolverte en el abrazo de ese olvido que deseas, el cansancio.

Cierras los ojos.

Y entonces el mundo te zarandea con el zumbido real  de una alarma que, implacable, día a día ahuyenta tus sueños.



miércoles, 5 de diciembre de 2012

Nostalgia

Aparece cada miércoles por la puerta de la oficina. Es un duende bajito, gordito y con gafas, que aún conserva mejillas de manzana y voz de niño.

-¿Me compras un crêpe y chocolate? –pregunta invariablemente.

¿Y cómo negarse al placer enmascarado de colaboración para ese viaje a París que yo también sueño realizar? Por supuesto lo compro, y lo saboreo recordando en este niño otra niñez imaginativa y solitaria, que viajaba siguiendo ríos, atravesando montañas y surcando mares en el Atlas Aguilar. Me pregunto qué le deparará la vida a mi chocolatero tentador. ¿Cuándo  se transformaran la carita redonda y la voz aguda? Dentro de unos años, cuando su desayuno sea un café rápido expedido a toda prisa por una máquina sin alma, ¿recordará estos sabores con aroma a mil futuros posibles?

Hoy, que tengo nostalgias varias, me abrazo por dentro buscando el calor dulce  que no puede aportar un vaso de chocolate.


domingo, 2 de diciembre de 2012

La música del corazón


Debía ser una reunión amistosa, una de esas escapadas que se hacen para retomar lazos y oxigenar vidas. Una de mis mejores amigas estaba allí, y eso me hacía sentir cómoda. Era agradable reír sin más, conversar de trivialidades y dejar pasar el tiempo. En algún momento comenzó a anochecer, pero nosotras seguíamos jugando una especie de partido de ping pong en una mesa peligrosamente cercana a la orilla del mar. La marea subía y el agua lamía los pies. La sensatez se encarnó en palabras que hablaban de frío aconsejando abandonar la partida. ¿Fue entonces cuando lo vi? Tal vez; lo que sí recuerdo es una mirada brillante, y un comentario -ahora imposible de recordar-  que provocó mi replica a modo de desafío:

- Ya que hablas de valentía, ¿te atreverías a bailar a oscuras junto al mar? –lancé, como aquellos que arrojaban un guante al rostro del otro antes batirse el duelo.

El paisaje había cambiado. La noche se había apoderado del lugar, y la playa había mutado en un peligroso acantilado golpeado por un fuerte oleaje. No había más voces que la suya. Avanzó. Colocó una mano en mi cintura y pidió música. En las sombras, alguien anónimo buscó en la memoria de un móvil y una melodía banal invadió el espacio.

-Esa no –dijo. Pero ya daba igual; los dos bailábamos una danza inmóvil.

Desperté. Las 6’48. Me alegró comprobar que era domingo y podía seguir refugiada en el calor de mi cama. No suelo recordar mis sueños, pero aquel era tan reciente que todas las sensaciones seguían allí. Freud y sus discípulos habrían interpretado cada símbolo del mismo; pero yo me limité a recordar. Había música al final, una música especial, perturbadora e hipnótica. Y en el amanecer de un frío domingo de diciembre me hice una promesa: nunca dejaría de buscar esa música, la única que deseo bailar, la música del corazón.