Quién soy

En un mundo imperfecto, yo no soy la excepción

viernes, 31 de agosto de 2012

FEMENINO SINGULAR

Como diría un viejo amigo, han pasado algunas lunas y se asoma a la puerta el mes de septiembre que trae consigo la vuelta al trabajo, el abrazo a una rutina añorada, e incluso un año más.

Quisiera poder decir que me descubro más serena, más sabia, más fuerte; pero sé que bajo unas aguas en calma dormita un tsunami emocional.



Jane avanza sin dejar de buscar referencias que le sirvan de refugio si el peligro acecha.

¿Debería tener miedo? Posiblemente. Pero perdió, entre certezas e ilusiones, más de una  cobardía, y aprendió a mitigar el frío que le congelaba el alma.

Años a la sombra de la presencia de otros, le dieron el coraje del superviviente. Sabe qué y quién no es. Camina, deteniendo sus pasos cuando la vida reclama una pausa. No hay prisa.

Todo. Nada. Algo. Quizás. Jane busca las palabras que den nombre a las sensaciones que palpitan en sus venas. Y se abraza, envuelta en la única necesidad de sentir que empieza a ser.



María ama las palabras, particularmente las palabras de amor. Paladea los versos, que ofrecen ramilletes de palabras hermosas. Bebe las canciones que hablan de sentimientos. Vive las historias que otros narran.


Es tal su pasión por las palabras de amor, que llegó a enamorarse de las palabras de un hombre. Ella le dió forma, y lo colmó de sueños revestidos de palabras.


Transformados en palabras, los abrazos apenas caldean y los besos son asépticos y lejanos. Ella recorre frases donde los latidos del corazón son acentuados por una tilde, y en las cuales las dudas se encierran en perfectas interrogantes. Como compensación, las lágrimas no saben a sal, y la erre final del dolor apenas roza suavemente el alma.


Siempre palabras; bellas, tiernas, perfectas, inodoras, incoloras e insaboras...
 

A salvo, en el reino de las palabras, María las ama tanto como teme a los gestos.



Y yo, la reina de las dudas, con mi equipaje de fríos, desaliento y huidas, sigo jugando la partida que el destino me reta a ganar.









jueves, 30 de agosto de 2012

AULLIDOS

Hoy la luna se muestra plena e incitante.
Aquí, en el lugar que habito, las nubes intentan cubrirla mientras el aire se electriza y la tormenta rompe silencio y oscuridad.
Aullidos de un planeta vivo a los que uno los míos, lanzados en otras noches, en otro tiempo...



Aullido 1


Noche oscura del alma. Calles solitarias. Viviendas con ojos amarillos que te hablan de lugares donde vive la risa y la compañía. Pasos sobre la acera. Son tus pasos rompiendo el silencio nocturno, apresurándose por llegar a ese lugar que ya no es hogar, sino simplemente un refugio.


Aullidos que mueren en tu garganta, estrangulados por el silencio que te recibe en la casa vacía.

…………………………………………


Aullido 2


No hubo un aullido que gritase al mundo su dolor. No pronunció frases duras y cortantes. Las palabras danzaban en su cabeza, borrachas de dolor y miedo; pero controló que permaneciesen amordazadas tras la muralla de los labios cerrados.


Le dijo adiós, implorando con la mirada una caricia última, un "te quiero" enarbolado como una bandera blanca, un abrazo que lograse alejar el frío que se apoderaba de ella.


Lo vio alejarse, sin volver la vista, mientras su corazón, cubierto por el nitrógeno líquido del abandono, se hacia añicos en silencio.

…………………………………..



Aullido 3

La luz del sol no incita al aullido, pero sí a las palabras desnudas, expuestas sin pudor.

El sol revela las arrugas, que anoche alisaron los dedos. La luna no es mentirosa; es la fantasía y el misterio. La noche nos hace sus hijos, y mamamos posibilidades plateadas musicalizadas por el silencio.

Yo grito que nada es mentira, que todo es durante una fracción de tiempo.

Yo aúllo que tu verdad también es mi mentira.

…………………………………………………….


Aullido 4



Se odió por ser débil, por permitirle una vez más sentir su fragilidad, por dejarle saborear su dulzura.


Presa, una vez más, en la trampa de sus abrazos, y víctima de la pócima mentirosa que su boca vertía, se perdía en un torbellino de sensaciones.


Mientras de su boca salían gemidos de placer, su alma aullaba el dolor de la derrota al sentirlo, de nuevo, victorioso


…………………………………………….

Aullido 5


Mis aulladores lobos no tienen horario. Van y vienen a su antojo, se emboscan en la inocencia de una canción, en la sutileza de un aroma o en un recuerdo inoportuno. Llegan y aúllan, llamando a los miedos ancestrales y las angustias.



Temo a esos lobos diurnos, que me asaltan por sorpresa y muerden el corazón. Son taimados y grandes estrategas. Aprovechan cualquier bajada de guardia, una grieta, una puerta entreabierta… Llegan feroces, depredadores implacables de la paz que envuelvo en algodones cada día.



Yo busco escudos protectores, armas disuasorias, refugios. Ellos gruñen amenazantes. Tomamos posiciones. Su poder es el desgaste, el mío metamorfosear la realidad.



Ellos aúllan, yo también.


 

lunes, 27 de agosto de 2012

ELECCIONES

Empujó la puerta pintada azul, y se adentró en una atmósfera que olía a regaliz y papel, a maderas, y a relojes parados. Se detuvo en el expositor de viejas postales. Los colores, brillantes aún, le gritaban cuántos lugares no había conocido. Playas vírgenes. Bosques inmensos. Ciudades exóticas.

Avanzó hasta la librería atrapando la novela que siempre quiso leer, y para la que nunca encontró el momento. Hojeó álbumes infantiles de colecciones que inició sin terminar.

-¿Puedo ayudarle? –la voz, a pesar de su suavidad, le sobresaltó.

Se volvió hacia la mujer que surgía de la trastienda, y sintió la desazón del déjà vu. Nunca había estado antes en aquella ciudad. Había entrado en la tienda por azar, y no conocía de nada a aquella mujer, pero le resultaba familiar.

-Estaba echando un vistazo –murmuró.- Esta tienda es un pasaje a otro tiempo.

-Lo es –dijo ella.- ¿Qué busca? ¿Recuerdos de infancia? ¿De juventud?

-Pues no sé… Tal vez sí, pero no encuentro nada de lo que yo usé. Veo libros pero son los títulos que no llegué a leer. Y estos discos… no son los que escuchaba.

-Así es. ¿No ha visto el nombre de la tienda?

-No, entré sin mirar.

-Se llama “Elecciones”. Aquí encontrará todo aquello que no escogió, las posibilidades que no fueron.

Entonces supo porqué la reconocía. Era la mujer que se cruzó en su camino una tarde de lluvia, refugiados los dos en un portal. La muchacha, con la que nunca habló, que subía al autobús dos paradas después de la suya. La figura que siguieron sus ojos, pero no sus pasos aquella tarde de verano.

Escuchó una vieja canción, y se acercó a ella. Quería pedirle que la bailasen, y preguntarle tantas cosas.

- Vuelve a tener pulso. Casi lo perdemos. Hay que estabilizarlo -las voces acallaron la música.

Unas manos movían su cuerpo. Alguien pronunciaba su nombre. Y Ulises regresó del otro lado del espejo.



domingo, 26 de agosto de 2012

AMORES PLATÓNICOS

AMORES PLATÓNICOS I

Imágenes


El hombre se enamora cada día.  Y cada noche imagina a la mujer que posee esa nuca adivinada al cruzar la calle, o la perfección de unas clavículas que encuadra un escote veraniego. Recuerda la boca de labios comestibles que deseó hace apenas unas horas. Imagina la caricia de las manos que rozaron las suyas en un momento del día. Duerme enamorado del atisbo fugaz de una mujer intuida y, cada mañana, despierta sin recuerdos. Solo le quedan imágenes difusas, que almacena en un rincón de la memoria.


Hoy volverá a enamorarse de una forma de caminar, del balanceo de unas caderas, o de la voz que vuela en una frase dirigida a otros. El hombre se pregunta qué hará si un día despierta abrazado a unos ojos de mujer imposibles de olvidar. Se imagina volviendo sobre sus pasos del día anterior buscando un encuentro con esa desconocida  a la que amará. La imagina hermosa y oliendo a primavera. ¿Qué podrá decirle para atrapar su sonrisa? Se pregunta qué hará si  ella no aparece. Se angustia pensando en volver a verla formando parte del amor de otro.  


Es por eso que el hombre ha decidido enamorarse parcelando un sueño de mujer,  que renueva cada veinticuatro horas. Instalado en el reino de los amores platónicos, camina a salvo de emociones devastadoras, soslayando el encuentro con esos ojos que podrían traspasarle el corazón.


................................................................................................


AMORES PLATÓNICOS II

Ideas


La mujer se enamora de palabras, de ideas, de hipótesis… Se mueve bien en el mundo de lo inasible. Allí donde las bocas no muerden y, aunque el dolor se  vista de tonos oscuros, no hay sangre.

Lo imaginado penetra con fuerza en ella, la hace suya, la invade. Por momentos es tan intenso que llega a hacerla feliz,  e intenta alargar las sensaciones y alimentar el fuego de una pasión nacida del humo. Sabe que alivia su cansancio en oasis de espejismos. Es consciente que la vida es sangre, sudor, vísceras, pasión…No se engaña, solo imagina para sobrevivir al hastío gris de una realidad que, de atraparla, la envolvería en el abrazo que más teme: el de la conformidad.

Tal vez un día contemple el mar, como soñó, y sea real el beso en el pelo, el roce en los brazos, y la voz. Hoy imagina.






viernes, 24 de agosto de 2012

MARÍA MIEDOS

Quizás fue la pregunta: “¿A qué tienes miedo?”. O tal vez una de las muchas zancadillas de la memoria. Pero regresó la sensación de aquel atardecer. No era el primero en mi nueva casa. Ya conocía como único sonido mi propia respiración, y me había enfrentado a la crudeza de la soledad física. Y sin embargo aquella tarde de abril me arañaron las garras de la realidad. Consciente de una fragilidad que me oprimía la garganta, me dejé caer  en los brazos de la tristeza dejando que me cubriera con su manto plomizo y gris.

Tuve miedo a una vida en la que los atardeceres fuesen oscuros y silenciosos.
Tuve miedo a las paredes que nunca hablan.
Tuve miedo a despertar con frío en el alma.
Y, sobre todo, tuve miedo a dejar sentirlo, a envolverme en la costumbre, a vivir en zapatillas arrastrando los pies, y mirar la vida desde un lugar llamado nada.

A día de hoy no he vencido mis miedos. Negocio treguas con ellos, intento esquivar sus dardos paralizantes,  y busco la manera de vivir “con” y “a pesar de” ellos.


jueves, 23 de agosto de 2012

VERANO DE FÚTBOL, LIB Y CLEARASIL

Tenía 15 años aquel verano de 1982; el de los mundiales, de la fiebre del fútbol y de Naranjito. Pero para mí aquel verano  fue el verano de Lib y de Paquita.
En la papelería de mi barrio era imposible comprar Lib o cualquier otra revista por el estilo. La señora Modesta no solo tapaba pudorosa los pechos y otras partes de la anatomía femenina de las revistas que, sin embargo, vendía. De habernos atrevido cualquiera de nosotros (¡tan pequeños y tan sinvergüenzas!) a adquirir semejante objeto de pecado, indudablemente habría puesto el grito en el cielo y en la calle.
Nuestro proveedor era Manuel, el hermano de Santi. Tenía 18 años, una Rieju y una novia distinta cada mes, con una característica común, unas grandes tetas que nos dejaban boquiabiertos. Él era nuestro camello pornoliterario.  Hacíamos la entrega de nuestro dinero, y un par de días después, a través de Santi, nos llegaba la revista deseada.  Y así admiramos a estrellas como Susana Estrada y  descubrimos que era posible adquirir unas gafas oscuras que cumplirían nuestra mayor fantasía: contemplar a todas las mujeres sin la ropa que llevaban puesta.
Nunca he ahorrado con más ansiedad que aquel verano.  Mi sueño era adquirir las gafas mágicas y gozar de la visión de un harem de odaliscas de todo tipo  que, ignorantes de mis ojos de rayos equis, mostrarían sus encantos solo para mí.
Ese era mi segundo sueño. El primero era un beso de Paquita, la vecina del segundo. Dieciocho años de rubia trigueña, delgada, dulce, y sonriente, que siempre me saludaba con un: ”Hola Antoñito”,  que agitaba mi alma y otras partes más rotundas de mi cuerpo.
En realidad yo no necesita la revista Lib para sentirme un hombre. Me bastaba imaginar  a Paquita, tal y como la vi un día que salió a tender. Debía haber acabado de ducharse, y  llevaba alrededor del cuerpo una toalla de colores, descolorida  por varios veranos de piscina de barrio. Al alzar los brazos la prenda cayó, mostrando al mundo la que, desde ese momento, fue mi diosa de la belleza. Aquel instante fugaz acompañó mis siestas, mis noches, mis mañanas y,  según vox populi, podía ser la causa del incremento de granos que  adornaban mi cara, y que combatía infructuosamente con Clearasil.
El mundo se rompió en pedazos la noche del  19 de septiembre cuando, al entrar al portal, vi a Paquita en brazos de Julio, el mecánico de la esquina. Se separaron deprisa cuando encendí la luz, y ella me saludó como siempre. Al día siguiente la vi subir en el 124 de Julio, y mi madre comentó con otra vecina que “la Paqui estaba novia”.
No compré nunca las gafas oscuras que ofrecían los anuncios del Lib.  Gasté todo el dinero que había acumulado en tardes de cine con Nati,  cuya boca de quince años sabía a misterio y chicles de menta.
Meses después, una tarde de primavera, cuando me crucé con Paquita,  sentí la necesidad de responder a su saludo de siempre: “Antonio,  llámame Antonio”.





miércoles, 22 de agosto de 2012

NO SOMOS NÁ (Frase nihilista y castiza)

“No somos ná”
Nihilismo matemático


Se tendió en el diván y comenzó a hablar.

-Me siento menospreciado, ignorado, olvidado, incomprendido, inexistente....

El psicoanalista cerró el bloc de notas y abandonó la consulta. Abatido, el cero se situó aún más a la izquierda.





“No somos ná”
Nihilismo existencial
 
Siempre que paso por la estación sueño con huir. ¿Qué sucedería si un día no voy al trabajo? Calculo que la primera mañana nadie llamaría a casa. A mediodía solo la cocina silenciosa notaría mi ausencia. Las horas de la tarde esperarían mi llegada al anochecer. Tal vez mi cama me echaría de menos y sonreiría con picardía al almohadón que le susurra: “¡Al fin solos!”

 
Cualquier día cojo un autobús  a ninguna parte, y desaparezco.




“No somos ná”
Nihilismo iletrado

Fidel Saorín terminó de redactar su innovadora investigación sobre la influencia del pensamiento de Thoreau en la sociedad actual. Luego tecleó el guión que debía entregar al día siguiente a la descerebrada barbie siliconada, contratada por la cadena de televisión como conductora de un programa de máxima audiencia.

A la exposición de su tesis, fruto de dos años de trabajo, acudieron sus padres y un par de amigos.

Ese mismo día, una importante editorial, a raíz del éxito del programa,  ofreció un contrato millonario a la star tv de moda  por la exclusiva de sus  memorias. Fidel Saorín, doctor en Filosofía y Letras en paro, aceptó estoicamente convertirse una vez más en  negro literario.






domingo, 19 de agosto de 2012

TACONES LEJANOS

En varias ocasiones me he definido como taconera. Lo soy. No es sofisticación, ni el deseo de aparentar la altura que, evidentemente,  no poseo. Es algo más… una actitud ante la vida, una especie de pintura de guerra, un himno que con el que, día a día,  mis pies acompañan al toc toc del corazón.

La niña que fui jugaba al escondite entre montones de cascotes de obras. Buscaba tesoros enterrados en   pequeñas parcelas de huertas condenadas a desaparecer. Inventaba historias de mundos mágicos rodeada de feos bloques de pisos con balcones antiestéticos de cortinas de colores, macetas en cualquier hueco, ropa tendida, y buenas gentes que, procedentes del pueblo, intentaban acostumbrarse a “vivir en la capital”.

Me gustaba bailar sobre una mesa para mi familia, canturrear en lo que yo creía un perfecto inglés aprendido de oído en las canciones de la radio, imaginar historias, y…, sobre todo, ponerme tacones.

Si mi madre contaba como jugaba con cascos de cebollas como sartenes, pelotas hechas de trapo, y comidas de barro. Yo, más frívola desde que abrí los ojos, me inventaba rubia gracias a una bayeta amarilla, y colocaba unos botes atados a mis pies caminando con la misma elegancia que la  rubia más pija calzando unos  jimmy choo o unos sublimes manolos blannik. Cierto… mis zapatos de tacón eran artesanales,  pero fueron pioneros de la mercadotecnia que acerca el producto al usuario. ¿Acaso alguien podría olvidar unos taconazos  donde se leía  Leche condensada La Mariposa, Cola-cao, o La Lechera… ?

Quería ser rubia, taconear, tocar la luna… Entonces, más de una vez, lo logré. ¿A ver quién es el diseñador actual que puede lograr lo mismo?





Nota: Escribí estas líneas en junio de 2010. Hoy, que vuelvo a recuperar taconeo (con sensatez), hago un "revailval" de esos y recuerdo aquellos tacones. ¿Os imagináis a Jane con tacones en medio de la jungla? Yo sí jajajajajaa ja.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Boca chancla

Lo dijo Aristóteles: “El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”, y mi abuela Catalina –que sabía de la vida- lo adaptó a su filosofía existencial con una pregunta retórica a la que, en modo, Juan Palomo Yo me lo guiso y yo me lo como, ella misma (tan independiente como desconfiada) respondía: “¿Me lo callarás amigo? Mejor lo callarás si no te lo digo”.

Yo tenía 8 años cuando murió el último de mis abuelos, mi abuela Ángeles. Los recuerdos que conservo de ellos se diluyen en un tiempo de visitas al pueblo, olor a chimenea, agua de aljibe, matanzas y rosa de azafrán. Por suerte, sus hijos conservaron su memoria, y ellos transmitieron dichos y hechos que esbozaban la figura de aquellos que yo conocí  ya ancianos y gastados por la vida.

Poco pude aprender de mis abuelos. Y desde luego mi abuela Catalina, la que cantaba y tocaba la guitarra en las noches de invierno, bromeaba, y era famosa por su olímpica rapidez  recorriendo las calles del pueblo con alpargatas sin cámara de aire me habría dado un tirón de orejas en más de una ocasión por bocazas.

Porque soy una boca chancla, que no es lo mismo que ser cotilla. Eso no. Guardo secretos propios y ajenos, con la misma seriedad que si formase parte de la mafia y romper mi silencio supusiera un pasaje a la tumba. Pero discreta con la privacidad propia y ajena, soy una metepatas en más de una ocasión, porque disparo frases sin pensar en el contexto.

A veces, como hoy, no pasa nada. Todo queda en casa.

 Escena:
Amiga del alma en mi dormitorio. En la cama yo, con un vestido del que previamente le he pedido opinión por si se ceñía peligrosamente y ella había aprobado. Mi postura era rara, lo admito. Estaba girada, con las piernas dobladas en posición fetal, mientras intentaba abrochar las sandalias. Sexy no sé. Porno casi seguro, porque el vestido decidió subirse medio muslo. Pero lo mejor fue mi respuesta a la pregunta de mi amiga:

-¿Te ayudo?

Porque respondí,  girando la cabeza como Elsa Pataky en las sesiones de fotos, que sí y añadí:

-A ver si puedes encontrar el agujero.

Nos miramos y saltaron las risas, zafias quizás, pero no precisamente enlatadas jajajaja ja.

Son episodios que se quedan en la intimidad, como el dialogo de ayer, al volver de un viaje relámpago a la tierra mía. Mi amiga se lamentaba de la gris rutina de su vida y citó al personaje de una ex actriz que interpreta Antonia San Juan en una serie de televisión  y que proclama como el momento culminante de su vida aquel en que Fernando Esteso le chupó una teta.

No me preguntéis qué asociación de ideas hice, pues lo desconozco, pero mi boca se abrió y soltó:

-Amiga mía, te quiero mucho y estás buenísima, pero no esperes de mí que imite a Esteso para dar color a tu vida. Mi amor por ti no es carnal, en absoluto,  y lo sabes.

Carcajearte cuando tienes un chicle en la boca no es bueno. Mi amiga lo comprobó en el momento en que se lo tragó, espero que junto con la melancolía que la  embargaba.

Podría citar una larga lista de meteduras de pata bucales. Lo que no sé si alguna vez podré transformar esta boca chancha mía en boca bota, elegantemente cerrada y altiva. Me temo que no. Hoy lancé al mundo otra de mis lindezas cuando, en la panadería, recordé comprar huevos.

-¿Grandes o medianos?
-Medianos, que son los que ponen las gallinas jóvenes y dicen que son mejores.
-¿??????
-Lo leí en el Quo o en el Muy Interesante  -era mentira, lo escuché en un programa de cocina de televisión, pero no quería parecer tan Maru.
-¿??????
-Fíjate, con mi edad –¿QUÉ A QUIÉN LE IMPORTA?- si yo fuese gallina sería ponedora de huevos grandes.

Gran verdad dije, pues está comprobado que, en más de una ocasión, donde pongo la frase pongo el huevo jajaja ja.

Como muestra final ahí va… Hace apenas unos minutos han llamado al telefonillo. Pensé que era mi hijo que venía a comer. Amablemente, sin preguntar quién era, mi voz con vida propia se deslizó  hasta la calle:

-Sube cariño –y abrí la puerta.

Pero sucedió que sonó el teléfono y… ¡¡¡ Sorpresa ¡!! Mi hijo anunciaba que venía para casa.

Entonces… ¿A quién había invitado yo tan afectuosamente? Miro hacia la puerta y cruzo los dedos, confiando permanecer, por esta vez,  en un confortable anonimato.








martes, 14 de agosto de 2012

Veranos

Cuando llegaba el buen tiempo era difícil sentirse sólo en mi barrio. Durante el día la calle se poblaba de niños y juegos. Al atardecer, comenzaba el desfile de mujeres y algún anciano que, silla en mano, se situaban en corrillos junto a las puertas y, con la excusa de “tomar el fresco”,  se repasaban vidas y actualizaban la información sobre vecinos, ausentes y presentes.

En verano se vivía en la calle, aunque te quedases en casa Las ventanas se abrían al anochecer en busca de frescor, y los humildes balcones acogían, junto a la ropa tendida, macetas, bombonas de butano e incluso cubos de basura, los cuerpos de aquellos que, en la cálida noche, se dejaban adormecer acunados por el murmullo de conversaciones vecinales de balcón a balcón. Flotaban en el aire las palabras sueltas de los que tomaban el fresco en la calle. Llegaban los gritos y risas de los niños, pájaros de verano libres de horarios para acostarse. Y, la banda sonora de aquellas noches, era el sonido en estéreo de todos los televisores que, afortunadamente para los oidos, entonces emitían la misma programación.

Una calle como la mía era un lugar seguro para vivir en verano. Mi casa no tenía portero, pero si varios ojos que vigilaban idas y venidas. Eterna, en la ventana, que mi padre con reminiscencias de otra época, denominaba “la aspillera” oteaba el horizonte “la Marca”, siempre en su puesto de observación a excepción de las horas de calor extremo. Nunca vi a aquella mujer  en la calle. Para mí su vida consistía en contemplar el mundo desde un segundo piso, apoyada cómodamente –colocaba un cojín para tal fin- en el alfeizar de su ventana.

Antoñete y la Eliseta, los  guardianes de mi portal, eran un matrimonio anciano originarios del mismo pueblo que mis padres. El diminutivo de sus nombres tenía razón de ser por el pequeño tamaño de ambos, que contribuía a hacerlos parecer duendes protectores de nuestros hogares. Cada tarde, en torno a las seis, Antoñete colocaba dos sillas al lado de la puerta. Después salía Eliseta, y luego, poco a poco, otros vecinos se sumaban a la tertulia. Su presencia era cómoda. Las madres dejaban bocadillos, llaves, y mensajes a cargo de este buen matrimonio, que no abandonaba su puesto de vigilancia hasta pasadas las doce de la noche. Y, de haberlo hecho, siempre quedaba la opción de recurrir a la vecina de la otra acera: Ascensión, la coja. La pobre mujer, cuya pierna ortopédica nos fascinaba, también ocupaba la tribuna de su ventana, en un piso bajo, cada tarde, agradeciendo charla y saludos.

Nuestros humildes bloques se abrían a la vida con la llegada del buen tiempo. Se oían las voces de sus ocupantes, y todos sabíamos de las peleas entre la Gloria y su marido, lo mal que se llevaban las vecinas del tercero, o lo poco que le gustaba a Gonzalo, el carnicero, el novio que se había echado su Rosi.

Diariamente el escenario de la calle nos contaba una historia de la que formabamos parte, como público y como actores. Cada noche nuestras madres, una tras otra, gritaban nuestros nombres: Juani, Vicen, Javi, Mari, Pepito, Emiliete,  Pedrito, Juana Mari, Sara, Marisa, Antoñito, Manolín… Las voces maternas señalaban el regreso a casa. Volvíamos sudorosos y,  a menudo, cubiertos de polvo de jugar en las obras en construcción. Durante unas horas la calle permanecería cerrada para nosotros que, rendidos,  dormiríamos en pequeñas camas a veces compartidas con algún hermano.  Éramos los habitantes de un mundo que Disney jamás habría reflejado en sus películas, pero que a nosotros nos ayudó a crecer seguros y relativamente felices.

Es curioso cómo este verano me recuerda aquellos otros. Las circunstancias no pueden ser más diferentes, pero las sensaciones evocan un tiempo pasado que nunca se vistió de olvido.

Volví a estar con ellas, las viejas amigas de niñez y adolescencia, de pizarra, canciones dedicadas, cromos y polos de limón. Hicimos realidad el viejo proyecto de viajar juntas. ¡Cuántas veces lo soñamos en voz alta mientras tumbadas al sol nos embriagábamos de proyectos locos! Llegó el momento, con años de retraso, pérdidas, desencuentros, descubrimientos, retornos, vivencias… Y fue hermoso saberse distintas y, en el fondo, las mismas.

Tal vez por eso este verano me huele a ilusión, futuro y alegría. Es cierto que en el cóctel hay gotas amargas que saben a soledad y en el paladar el dolor deja un regusto acido. Pero en el aire se respira libertad y, aunque hay ramas donde se posan negros pájaros de miedo sus graznidos se pierden en la risa recuperada.

viernes, 10 de agosto de 2012

CONTRACORRIENTE

Hoy es uno de los días más calurosos del año. Y yo, consecuente con la fecha y el termómetro ¿qué he hecho? Nada de piscina, playa, montaña, frescor… Madrugué sí, pero para tomar un café, charlar, y realizar la inaplazable compra de una botella de zumo, tres latas de pimiento rojo y un bocadillo de pan integral. Pirada tal vez, pero al menos con una nutrición sana.

De vuelta a mi hogar dulce hogar –sin ironías porque sí lo es-, seguí en mi línea trasgresora y cargué la cafetera. Una taza llena de sabor y de aroma, por supuesto muy caliente.

Sigamos con las incongruencias… ¿Qué actividad urgentísima realicé a partir de las trece horas en una ciudad del sur conocida por sus altas e infernales temperaturas? ¡Bingo! ¡Pleno al quince! Habéis acertado si habéis dicho “planchar”. Por supuesto que sí, viviendo al límite, o al menos bordeando la frontera de la razón.

Y para rematar la faena, que dirían los taurinos, la comida. Nada de ensaladas o sopas frías. Aprovechando la ausencia de mis hijos, enemigos en general de las legumbres y, particularmente,  fóbicos con las lentejas, me dispuse a prepararme la comida más apropiada para un día como hoy. Os lo he puesto fácil ¿verdad? La casilla marcada es la del plato humeante de lentejas con chorizo acompañadas de tinto de verano.

Quizás las inconsecuencias adquieran la categoría de encantadoras extravagancias cuando culminan en un acto mayúsculamente inconsecuente. Por tanto ahora yo debería salir a caminar, tumbarme a pleno sol, subirme al trastero y ordenarlo… Pero ¿sabéis qué? Aunque me asumo absurda e imprevisible, también cómoda. Hedonista vulgaris, por decirlo en plan cultillo. Así que voy a atracar en el placido puerto de la sensatez y, en modo decúbito supino, viajaré, gracias a las letras de Camilleri, a la Sicilia del comisario Montalbano, y luego donde los vientos del sueño me lleven mientras practico zen ibérico, universalmente conocido como siesta.



jueves, 9 de agosto de 2012

LEVANDO ANCLAS

De entrada me viene la frase: “Me perdí”. La oración es perfecta. Simple. Comprensible. Incluso produce empatía. ¿Quién no ha estado perdido alguna vez a lo largo de su vida? Sin embargo, debo ser sincera y reconocer que yo elegí. Equivocadamente, cierto. Posiblemente mal. Pero mis pasos hollaron un camino, que aún sabiendo erróneo, yo insistí en recorrer con una constancia que imaginé me llevaría a una evolución extraña pero real. Quise ser alguien que no era. Me impuse un rol contra el que todas y cada una de mis células clamaban. Y, naturalmente, fracasé.

Hoy, caminando despacio, me siento yo, sea cual sea el significado de esta identidad. No me importa, tengo toda la vida para descubrirlo. Abro los ojos cada mañana a un horizonte limpio abierto a todas las posibilidades. Da igual si no pasa nada, si el día se cierra con un balance igual que el de ayer. Es mi día. Es mi nada. Y soy yo. Libre.