Con el paso del tiempo uno asume
ciertas cosas. Yo, entre otras, acepto que nunca tendré el físico de una miss y
que difícilmente me entenderé con determinadas máquinas. Y digo “determinadas”
porque con las máquinas marujas sí me
comunico bien. Cuido la lavadora con su antical, la perfumo con suavizante
(además le varío los aromas para que no se aburra), le compro detergentes de
marca, separo las prendas a lavar… Tampoco me llevo mal con la secadora, el
lavavajillas o el microondas. Pero, comprendedme, la máquina que, apretando un
botón, logra mantener limpios a mis hijos y a mi persona, esa es mi favorita.
Otras máquinas, en cambio, se me
resisten. Y las peores, sin duda alguna, son los ordenadores. Ese conjunto de
cables, microchips, transistores, placas… y los demonios que llevan dentro…
Todo eso, me odia y no lo oculta.
Una mujer de letras, como yo, podría haber pasado de puntillas en otra época, armada con una pluma de ganso o
ave similar, un cuaderno donde plasmar sus desvaríos y libros a su alcance. Pero
en el siglo XXI la tecnología te asedia sí o sí. Ya sucumbí al teléfono táctil
y me habitué (¡y cómo!) al WhatsApp, envío mails, una vez compré un libro en Amazon, e incluso el año pasado
logré reservar hotel con Trivago.
Es cierto que, a menudo, tengo
que llamar al servicio de informática de mi lugar de trabajo. Pero me digo que
no seré la única ya que para eso está, o que el problema no soy yo (frase mítica
que tiene múltiples usos) sino mal funcionamiento de intranet. A las pruebas me
remito: en mi casa aún está en activo este ordenador del siglo pasado (catorce años
tiene el pobrecillo y aún aguanta).
Reconfortada por estos
pensamientos y animada por la idea de tener miles de libros a mi disposición,
sin problemas de espacio y con el aliciente de reducir mis gastos de compradora
compulsiva libresca, hace una semana decidí adquirir un libro electrónico.
Consciente de mis carencias, pedí
ayuda a un amigo que, amablemente, comparó terminales y precios, y así volví a casa con un tesoro de más de 9000 libros en su interior. Es verdad que el lunes
cuando presumía de él ante mis compañeros de trabajo, lo bloqueé, y también es
cierto que intentado bajar unos archivos logré abrir 28 ventanas de Internet Explorer.
Pero… me las apaño pidiendo ayuda en plan
damisela en apuros, porque he
descubierto que los informáticos las prefieren rubias y, ante un ordenador,
para rubia platino yo.
Jajajajajajajajajjaja ay Angelilla, tú no ves?? yo paso de los libros electrónicos, a todo lo demás he sucumbido encantada, sumisa que es una ante tanta nueva tecnología, pero eso no. Por ahí no paso, quiero tener mi libro en las manos, olerlo, pasar las hojas, ponerle mis marcapáginas monísimos que además colecciono y llevarlo conmigo a la cama, al sillón o a la piscina sin tener que encender nada más que mi imaginación, no hay bloqueos, ni descargas, vaaaale, tampoco hay miles de libros, pero tampoco los necesito todos a la vez, me conformo con ir a la biblioteca o me los prestan, me los regalan (qué preciado regalo es ese ¿verdad? y en la mayoría de los casos me los compro yo. En fin, suerte con esta nueva aventura amiga.
ResponderEliminarBesos!!
Querida sureña yo también era reacia al ebook, pero me convenció el ahorro de espacio, junto a la posibilidad de acceder a un montón de títulos.
EliminarPero el libro en papel... ese siempre será el rey de mi corazón.
Besos alegría del sur.
Maite: Ya caerás, ya...
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQuerida mía, tú puedes con todo. Ya verás como tu ebook acaba amándote, lo conquistarás con tu saber hacer y tu chispa.
ResponderEliminarY aunque cueste más organizar diez mil libros en carpetas (por autores, títulos, géneros, o qué se yo) que ordenarlos en las estanterías, pensemos, al menos, en todos las obras descatalogadas que ahora están a nuestro alcance.
No hablo de la ventaja de ahorrar, porque esa no la vamos a tener: seguiremos yendo a nuestra librería favorita y desayunando en la cafetería de al lado hojeando y ojeando los libros recién comprados.
Un abrazo
Y no te olvides de Lisboa, Tomelloso, o ambos y emblemáticos lugares.
EliminarAbrazos compañera de letras y de viajes.
Mi cabello se destiñe cada vez que me pongo ante un ordenador, jejjee. Pero he descubierto que los caballeros las prefieren rubias a la hora de hacer ciertos favores, así que cada día pongo más empeño en dominar a las máquinas. Ánimo, lo conseguiremos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo querida mia.
Y siempre nos quedarán los güiskises de la Bette Deivis y la banana colada del Keltoi.
EliminarBesos completamente naturales, amiga mía.
No hay nada con mas atractivo para un hombre que una mujer desvalida que necesita ayuda, sobre todo si es rubia platino. Pero cuando además el tema es informático ay! ya es el colmo de "subida de ego varonil". Aprovechar la ocasión y el boberio del "maestro" es todo un acierto.
ResponderEliminarUn abrazo Ángela
Lo cierto es que los informáticos que yo conozco, además de amables, son sumamente inteligentes y alguno hasta ha sido tan cortés como para no reírse demasiado con mis infotorpeces.
EliminarAbrazos.
Ahhhh, no, por ahí no paso. Aquí, como los vascos: independiente, ante todo! jaja. Y si un pc se me va a resistir ya me encargo yo de investigar, preguntar y tomar nota porque lo de delegar mi ocio/necesidades en otras personas lo llevo fatal.
ResponderEliminarDependencias, las justas (lo siento el rubio me sienta fatal...jaja)
Tú eres lista de morena, pelirroja o rubia,y las máquinas serán malvadas (conmigo) pero tontas no y saben a quién se enfrentan.
EliminarBesos.