Quién soy

En un mundo imperfecto, yo no soy la excepción

sábado, 8 de septiembre de 2012

Ayer, hoy y, posiblemente, mañana

Hoy, mientras me dedicaba a mi ocupación favorita el “dolce far niente”, y recordaba tardes infinitas perdidas en la prehistoria de mi vida, me ha venido una “certeza” a la cabeza. Como tengo pocas, la he arrinconado en la parte del cerebro que he descongelado para realizar las funciones básicas de supervivencia vacacional, y la he estudiado como merecía.

Mi primera comprobación ha sido saber si era una certeza verdadera o una hábil impostora. Para ello le he aplicado el tercer grado “¿Cómo has surgido? ¿Por qué ahora? ¿Qué vienes a buscar?” Parecíamos el dúo Pimpinela la certeza y yo, pero al final ella ha logrado convencerme de su veracidad.

Así ahora puedo afirmar con total certeza que, tanto mis padres como yo, fuimos tremendamente afortunados al traerme al mundo en  el "baby boom" de los sesenta.

Imaginaos ahora, en pleno siglo XXI, una niña seria, callada y tranquila casi siempre sentada en un rincón leyendo cuentos. O escribiéndolos;  la mayoría de las veces sin necesidad de lápiz y papel, en la página en blanco sin fin de su cabeza. 

Hoy esta niña habría ido 1 ó 2 veces por semana al psicólogo y hubiese sido la ruina de sus pobres padres. En cambio los míos estaban tan contentos con esa hija que “se entretenía sola” y “no daba guerra ninguna”.

Podría decirse que logramos mantener una conveniente  situación de “status quo” durante bastante tiempo, aunque alguna que otra vez su mundo y el mío colisionaron como la tarde en que mis imaginativos seis años se enfrentaron a su aplastante realidad.

Yo vivía, alentada por los cuentos que me transportaban cual Alicia manchega al otro lado del espejo,   entre el mundo de la fantasía y la rotunda seguridad de una realidad confortable. Pero aquel  día de septiembre, en pleno auge de la feria de Albacete,  vi expuesto ante mis ojos el mundo tantas veces imaginado.  Un fotógrafo ambulante tenía todo aquello con lo que yo soñaba: la casita de la ratita presumida, el espejo de Blancanieves, el bosque de Caperucita… Radiante, ingenua y caprichosa, pedí a mis padres que me comprasen aquel paraíso soñado.

Creo que si mis padres hubiesen hablado de la imposibilidad de comprar aquellos enseres lo habría entendido. Había leído cuentos de humildes pastorcillas, de huérfanas empobrecidas, de labradoras cuyas joyas eran las estrellas que brillaban en el cielo cada anochecer. Y sin duda me habría dolido menos que lo que sucedió.

Mi madre se detuvo y fue señalando la ropa raída que mostraban los personajes que siempre habían brillado en mi imaginación. Insistió en que me fijase en cómo la pintura de vivos colores se agrietaba y desaparecía de la mayoría de los enseres. Bajo su mirada aquellos objetos fueron perdiendo luz y magia. Empleó palabras como “apolillado”, “polvoriento”, “sucio”… Y entonces también  yo lo vi.

No me gustó aquel mundo de polvo, trapos y grietas.

Sigue sin gustarme, por eso  todavía sueño a pie de calle, mientras me balanceo -a pesar del vértigo- en el puente colgante que lleva al reino de Fantasía.









5 comentarios:

  1. A mi me pasó algo parecido cuando descubrí a mis padres escondiendo juguetes la víspera de Reyes... ya no volví a escribir mas cartas.
    ¡Me encanta Ismael Serrano!!
    Besazos hada manchega.

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  2. Si lo que describes ocurriera ahora, colgarían a esos padres por cortar tan de raíz la fantasía de su hija.
    Ahora lo que hacemos es dejarlos vivir en su mundo maravilloso de pokemones y playstations hasta los 40. O más.
    Fantástico (valga la redundancia) texto.
    Besicos.

    P.D.: A mí no me termina de enganchar el Ismael.

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  3. Bueno, hay madres más realistas que otras. Deberías de dejarte caer de pleno desde ese puente. Me encanta que fantasees y lo plasmes para que lo leamos.

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  4. Querida mía, hay una carta que circula por internet dedicada a esos "malos padres", somos los hijos de esa generación. Personalmente en algunos casos agradezco esa dureza. Por supuesto, la infancia sólo se vive una vez y se debería disfrutar mientras dure.
    Me ha gustado tu relato, me entristece tu recuerdo.
    Un besazo, rubia!

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  5. Te lo he dicho ya alguna vez, Ángela, me identifico con muchas de tus letras, con muchas de tus maneras y pensamientos.
    Besos

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