Me contó María que, con el tiempo, había aprendido a llorar. Lo decía con un quebranto de voz, que intentaba sofocar; reflejando en la mirada el brillo de océanos de numerosas emociones retenidas.
Confesaba María que un extraño pudor, prendido en el alma desde la infancia, le impedía pedir ayuda, aún cuando el agua la cubría y era consciente de no saber nadar.
Confesaba María que un extraño pudor, prendido en el alma desde la infancia, le impedía pedir ayuda, aún cuando el agua la cubría y era consciente de no saber nadar.
Hablaba María de su madre, amante pero poco tierna, que salpicó su infancia con frases como “el que de fuera lo espera frío se lo come” y que, sin pedir nunca, exigía actos que “debían salir de dentro”, colocando los cimientos del muro que, más tarde, ella levantaría.
Interiorizó María una autonomía feroz donde encerró pesares y debilidades. ¿A qué cantar la nana de los sueños rotos a un mundo que reclama la placidez del silencio?
Su voz se envolvió en palabras neutras que disfrazaban de calma las agitaciones. Y los sentimientos de María aceptaron el supuesto refugio del encierro.
Pero hoy, entre lágrimas de alivio y frases sin censura, me decía que estaba cansada, que intentaba abrazar, decir y hasta pedir; porque le mordían las palabras amotinadas, y le pesaban en el alma los bloques de plomo con los que intentaba protegerla.
Amasando miradas de agua y palabras negadas, María me contempla desde el espejo. La abrazo y, una vez más, lloramos juntas.
Yo era un poco María. Ahora lloro, el muro se derrumbó solo, y no por eso soy mas débil. Ese pudor del que hablas también hacía acto de presencia a la hora de decir con palabras el afecto que sentía por alguien. Hay muros que jamás deberíamos dejar crecer, por que no nos dejan ser nosotros mismos.
ResponderEliminarMuy buen relato para un tema muy díficil de exponer-
Te felicito Ángela
Gracias, Clara.
EliminarDesnudar los sentimientos te deja expuesto y da miedo. Por eso el mundo de las , no hay que olvidar que "obras son amores y no buenas razones". Y si no basta con echar un vistazo a los políticos.
Besos y mil gracias por tu comentario.
Es que es bueno llorar y reencontrarse con nuestras Marías para afrontar y saber nuestras debilidades. Eso siempre es bueno.
ResponderEliminarSí que lo es, Analogías.
EliminarY en este día de sol... me pido a partir de la tarde tiempo de dolce far niente, que ¡¡¡¡el domingo me libro de tupers!!!!
Besotes.
Los sentimientos encerrados acaban saliendo a la luz tarde o temprano de una forma u otra. No es bueno ahogar los sentimientos al igual que no es bueno convertirse en un infeliz por no sacarlos al exterior. Todos necesitamos desahogos de vez en cuando. Un abrazo Angela y un placer leerte.
ResponderEliminarAunque algo de María aún queda en mí, quiero creer que no niego mis emociones y las dejo salir.
EliminarGracias por detenerte y comentar.
Abrazos.
Jo... casi me pongo a llorar yo también...
ResponderEliminarBesos y kleenex.
Otro día te cuento un chiste jajaja, pero entonces igual me estrangulas de lo mal que lo hago (no puedorrr jorrr).
EliminarEl texto tiene un par de años. Quiero pensar que María, como Wendy, creció y maduró.
Besos con sonrisas.
María, está en cada una de nosotras. Nos fortalecemos, nos protegemos, nos vestimos con nuestra coraza particular y lloramos para aliviar el alma.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, María del alma mía.
Gracias a los afectos caen corazas.
EliminarUn abrazo querida Marimari.