Hace poco menos de un año, como
parte de mi autoterapia de desenamoramiento me compré todas las temporadas de
Sexo en Nueva York. Aunque aún no he visto todos los episiodios- el tratamiento, en el que
fueron determinantes los amigos, funcionó-, sí llegué a la tercera temporada. Recuerdo
que, al final de uno de los capítulos, Carrie (que se había preguntado durante
todos los minutos que duraba el mismo si hombres y mujeres procedíamos de
distintos planetas) afirmaba que lo que era totalmente cierto es que vivíamos
en distinto distrito postal.
Esto viene a colación porque
una de mis mejores amigas envió un sms del que no tuvo respuesta y, muy
enfadada, reprochó al destinatario su descortesía. Cuando lo contaba yo recordé
a algún que otro varón que un día desapareció de mi entorno sin más. Podría
hacer el chiste fácil con uno de ellos de que fue a comprar tabaco, pero la
verdad es que no me interesa saber qué puede suceder para que un supuesto amigo
deje de dirigirte la palabra. Los misterios me gustan en las novelas, en la
vida real prefiero la transparencia.
Los seres humanos me parecen
maravillosamente imprevisibles. Me gusta la capacidad de sorpresa e incluso el
desconcierto… Pero eso no tiene nada que ver con la falta de fiabilidad. Por
eso siempre me ha parecido tonta la pregunta que a veces he visto escrita en un
libro, un correo o un mensaje: “¿Te acuerdas de mí?” Vamos a ver… si me acuerdo
de ti te lo voy a demostrar, si no digo nada… pon esta frase, entre cursi y
solemne, pero cierta que alguien me dijo: “El silencio es un adiós infinito”.
¿Piensan los hombres de otra
forma? ¿Creen que el silencio solo es un tiempo sin palabras? Tal vez su
respuesta sea diferente a lo que nosotras creemos. De hecho no conozco mujeres
que tiren de la famosa agenda de ex algo que suele salir en las películas y en
la vida real. Y digo bien, en la vida real; como muestra la siguiente anécdota
totalmente veraz:
Cuando yo tenía diecisiete años
frecuentaba un grupo de amigos, la típica pandilla… Dentro de esta pandilla
surgieron amores, desamores y amistades con distintas intensidades. Una de esas
amistades tibias fue la mía con Rafa, un chico tan agradable como aburrido a
mis ojos. Solo recuerdo haber pasado una tarde de domingo a solas con él,
cuando el resto de la gente estaba en la playa o en el campo, y también que
suspiré aliviada al llegar a casa y no fue por quitarme los zapatos jajaja ja. No
hubo más. Pasó el tiempo. Conocí al que fue mi marido. Cambié de ciudad. Me casé.
Tuve un hijo… Y, aproximadamente cinco años después, una tarde sonó el teléfono
en casa de mis padres. Casualmente ese fin de semana yo estaba allí y, azares
de la vida, fui quien respondió:
-
Diga (fórmula de respuesta estándar en los teléfonos
fijos sin identificador de llamada).
-
Hola… ¿Está Ángela?
-
Sí, soy yo. ¿Quién es?
-
Soy Rafa.
Tengo una memoria excelente.
Repasé los Rafas que conocía: el marido de una prima, el sobrino de mi hermano…
Nadie más.
-
Perdona… no caigo.
-
Rafa, el amigo de Ricardo y de Miguel, de la pandilla
de Trios.
-
Ah, ya sé quién eres. ¿Cómo estás?
-
Bien… ¿Te apetece tomar un café?
Me quedé de piedra. Cinco años
después un tipo que pasó de puntillas por mi vida, alguien con quien apenas
tuve contacto, había encontrado mi número y -muy desesperado debía estar- había
probado suerte.
-
Lo siento, pero no podrá ser.
-
¿Y otro día?
- Verás… Ya no vivo en Albacete. Ha sido una verdadera
casualidad que estuviese hoy en casa de mis padres.
-
¿Dónde vives?
-
En Murcia. Me casé y tengo un hijo.
-
Ah, vale. Adiós.
Colgamos. Imagino que él marcó el
siguiente número de su vieja agenda y yo supongo que fui a cambiar un pañal,
dar un biberón o alguna otra tarea de mi vida de entonces.
Y ahora, en modo Carrie, afirmo:
El mito de la agenda de los
hombres es real.
Ahorra tiempo… no preguntes nunca
“¿Te acuerdas de mí?" Si no te ha dicho nada, estás en las últimas páginas de su
preciosa agenda.
Pues yo soy de las que piensa que si alguien desaparece por arte de magia, será que no le interesa, pero vale, hay tíos (varones) que son muy dados a practicar la filosofía del Guadiana.
ResponderEliminarMuy buena reflexión, como siempre.
Todos somos libres de callar o alejarnos. Hay momentos en los que la vida nos satura y nos replegamos.
EliminarHoy no estoy muy ingeniosa con las respuestas porque me ronda la gripe (mi hijo menor ha caído en sus garras).
Besos (sin virus gracias a la vacuna de la pantalla).
Lo son querida mía, son de otro planeta, jajaja. Jamás entenderemos su filosofía de la vida y alrededores y ellos, por supuesto, nunca se pondrán en nuestra piel.
ResponderEliminarUn besazo, no me importa caer en las garras de la gripe, ya sabes que yo también. ;)
Igual tampoco somos tan distintos y solo es cuestión de encontrar el idioma común.
EliminarEsta tarde no tengo ganas de pensar más. Voy a batirme contra la gripe porque a mí vale que me ataque, pero a mi hijo del alma no.
Besos con corazón.
Yo tengo una agenda llena de recuerdos....
ResponderEliminarPero las dejo en paz.
Besos.
Yo recuerdo sin necesidad de agenda.
EliminarBesos.
Buenísima reflexión amiga!! me encanta Sexo en NY. Vi toda la temporada cuando lo emitían por TV. Pero tus reflexiones nada que ver con la prota de esa serie. Denominación de origen manchego... onde va a parar...
ResponderEliminarPOSTDATA: valiente gilipollas el Rafa ... jajajajaj
Besos.
El tal Rafa nunca tuvo nada que ver conmigo. El por qué me llamó aquella tarde es un misterio digno de Cuarto Milenio jajaja.
EliminarBesos guapísima.
El avestruz esconde la cabeza en la arena y, como no ve nada, piensa que es invisible. Igual actuamos muchos hombres (y mujeres) - cuando recordamos a alguien, pensamos que también nos recuerda. ¡Qué idiotez!
ResponderEliminarMe gustó tu reflexión, Gondi.
¿Sabes Jorge? A menudo recuerdo y me pregunto si soy recordada, pero no marco números que aún están en la memoria del teléfono ni envío un correo a esa dirección que un día me comunicó con un amigo. Entiendo los silencios en un momento puntual (yo también los tengo), pero si se alargan... resultan significativos y debemos hablar de pasado y no de presente.
EliminarBesos.
Aprovecho tu escrito para apearme de mi planeta un instante para saludarte.
ResponderEliminarBesos!!
Y yo aprovecho gustosa para saludarte, Funámbulus y enviarte besos y abrazos.
EliminarJajajaja. Eres genial, Gondo, para provocar carcajadas, como en el caso de esta entrada. Pero también eres genial para provocar todo tipo de emociones. Deberías ser guionista de alguna serie de televisión , da igual el género, pues tú te defiendes en cualquiera de ellos: comedia, drama, género negro...
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué parciales y maravillosas son las amigas!
EliminarBesos.
Bueno, hay a veces que los reencuentros imprevistos pueden acarrear grandes historias, por lo que a mi respecta el silencio no es un adios para siempre, es un, no formas parte de esta etapa de mi vida pero a lo mejor en un futuro...
ResponderEliminarUn abrazo compañera.
Llevas razón en el hecho de que hay etapas en las que debes dejar fuera algunas posibilidades. Eso nos pasa a todos. En lo que, tal vez, nos diferenciemos es en cómo nos planeamos (o si lo hacemos) el retorno.
EliminarBesos actualizados.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA veces algunos hombres son así de imprevisibles. Ese puntazo propio de una fria y nostálgica tarde de invierno es propio de un ser aburrido, infeliz o inconsciente, lo que es todavía peor ("lo mismo él recuerda con agrado esa tarde que a tí no te aportó nada"). Yo pienso que ese hombre no ha cambiado con el tiempo. Otra cosa hubiese sido un encuentro casual en la calle o en el super, resuelto con un ¡Hola, como estás!. Yo tengo una agenda de teléfonos antigua de piel tan escondida como perdida y no estoy dispuesto a perder un segundo de mi vida en decir ¿Hola, está Tere Manzano?.
ResponderEliminarHola mi querido Rocky Murciano.
EliminarYa sabes que no necesitas agenda para encontrar la señorita Manzano. Si te ilusiona quedar con ella los amigos estamos dispuestos a allanarte el camino jajaja ja.
Besos querido compañero de tantas jornadas.