Quién soy

En un mundo imperfecto, yo no soy la excepción

martes, 15 de octubre de 2013

Raíces

En el pueblo de mis padres no sólo se encalan las fachadas, se pintan las rejas, se hacen cestos de pleita, y las mujeres bordan y son maestras en el arte del ganchillo (macramé en argot pijo). Allí además se tunean, customizan o personalizan, como queráis llamarlo, los nombres propios. El nombre de Maravillas se transforma en Maravas, Cayetano se condensa en un Cayato lleno de fuerza, los Franciscos son Franchos, algún Olegario suelto se queda con Olega (sin perder la alegría del inicio del nombre), el clásico Alejandro se convierte en un plebeyo Alejo y, por supuesto, algún Antonio que otro se conoce como Antón. 


En ese lugar de La Mancha, se pierde el sexismo de los nombres. Más de un varón es bautizado como Loreto, en honor a la patrona del pueblo, y alguna que otra jovenzuela fue llamada Práxedes, aunque siempre se la conoció como la Plaxedes.


Las buenas gentes del lugar, no hacen distinciones, y así los vástagos de la familia adinerada del pueblo, los “señoritos”, propietarios de tierras pero nunca de vidas, son conocidos como “La Yayo” y “el Queridete”, nombres mucho más originales que los vulgares Rosario y Luis.


No sólo se personalizan nombres. Aquí es frecuente el apodo, que suele heredarse como un titulo nobiliario. Mariano el de Mondriegas, Paco Regalao, José el de Camisones, Juan Pericata… Todos se conocen sin tener que mirar los datos del D.N.I. Uno pertenece al lugar, y dentro de él a una familia en concreto: los Lucíos, las del Molino, los de Zana, el panadero… Yo misma, que no nací allí, pero que ellos reconocen como suya soy “la pequeña de Pedro el del Curro y Pilar la de Olegario”.


Llevo más de veinte años viviendo en lugares que, sin ser extraños, si me resultan ajenos, y en los cuales siempre seré forastera. La vida es aprendizaje, pero os puedo decir algo: Me sigue resultando muy difícil vivir sin raíces.



12 comentarios:

  1. Por muchos lugares que conozcamos, las raíces siempre estarán ahí, en la tierra que te vio crecer y marchar. Yo sigo en mi tierra, y como bien sabes, no dejo de ser una forastera para ellos, pero no para mis raíces.
    Un abrazo enorme, mi forastera favorita.

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    1. A veces me siento de ninguna parte.
      A veces me siento tremendamente manchega.
      A veces ni me siento...

      Besos amiga mía.

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  2. Aparenta ser un lugar ante todo curioso, con nombre extraños. Un lugar del que sentirse orgulloso. Un abrazo compañera

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    1. La verdad es que a mí el pueblo (se llama Argamasón) nunca me gustó, pero de ahí vengo, y en mí ADN algo de argamasonera habrá aunque naciese en otro sitio y nunca haya pasado más de un par de días allí.

      Besos.

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  3. jaja, claro, ahora entiendo lo de "Museo Coconut" y su infalibre guía "Rosario" (Carlos Areces) y está claro que tu pueblo no pilla muy lejos de estos tarados, verdad?

    Un beso, sin apodo.

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  4. Créeme, Almodovar y Muchachada Nui se quedan cortos. Y ya no te hablo de la vieja del visillo... jajaja ja.

    Besazos de la señorita de la capital (dicho con retintín cuando una que es asín protestaba por algo).

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  5. Creo que es algo muy natural saber dónde tienes tus raices. Sobre todo en la adolescencia.
    Lo de los motes, cariñosos o no, son muy corrientes en los pueblos en los que todo el mundo se conoce.
    Saludos cordiales.

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    1. Coincido contigo en la importancia de conocer las raíces, no solo en la adolescencia sino siempre. Somos el producto de muchas combinaciones.

      Abrazos.

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  6. Hola,amiga; pasaba a saludar; a agradecer que aún (cuando escribo) me leas; a verte. Me ha sido imposible no ojear tú blog, y claro, he leido ¿que decirte? que me encanta como escribes, que creo que has dado un salto cualitativo acojonante, y, sobre esta entrada...vivir sin raices?? claro que no, aunqué a veces, sólo a veces, uno las echa donde vive, y terminan siendo tan fuertes o más que donde nace. Gracias por leer y escribir,compi :)

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  7. Se puede vivir sin raíces.
    De hecho lo aconsejo.
    A la larga las raíces te acaban ahorcando

    Besos.

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  8. Las raices alicatan de nostalgia nuestro mapa íntimo, desde el estómago hasta los párpados. Pero genera una corriente de tan profunda belleza que sentirla,rumiarla, bordear sus costas sin fondear demasiado en ellas, nos reconcilia con los demás al reconocernos todos, pasajeros de un bajel rumbo al Mar de la Vulnerabilidad. La mayor de las aventuras, sin duda.

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  9. ¿Sabes que tu texto me ha recordado a Federico García Lorca? Este escritor utilizaba en sus obras los apodos de las gentes de su pueblo. Y es que García Lorca nunca olvidó sus raíces y siempre valoró la gran riqueza que esconden los pueblecitos y sus habitantes.

    Un beso, querida Gondo

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