Le gustaba su nombre dijo, pronunciándolo en castellano: Manuel. Más tarde ella le habló del otro Manuel, aquel novio de juventud de paseos por el parque, domingos de cine y besos clandestinos en el portal. Había sido su primer amor y, treinta años después, su piel conservaba el recuerdo de las primeras caricias.
Manel fue su último amor, el compañero leal que siempre permaneció a su lado, el amante paciente que recuperó a la mujer escondida.
Fueron felices. Cuando él hablaba de la suerte de haberse encontrado, ella asentía sonriendo y mirándolo con tanta ternura asomada en los ojos que el corazón del hombre galopaba desbocado en su busca.
Por más que luchemos por atraparlo, el tiempo no se detiene. Ineludible llegó el final. Ella se iba… y un nombre despidió el aliento de sus labios.
Él la lloró, desolado e impotente. Juana, la tozuda castellana, finalmente se le entregaba amorosa en las dos sílabas que, orgullosa y juguetona, siempre se había negado a ofrecer: Ma-nel.
Que pena me dio ese final.
ResponderEliminarEmotivo y entrañable.
Besos.
Gracias por pasarte por este lugar, Toro.
EliminarYo también sentí pena por ese anciano que se queda solo, pero hice mía su emoción al sentir que en el corazón de Juana solo habitaba él, independientemente del nombre con el que lo llamase.
Besos.
Verdad... qué pena Angelilla!! una mini historia de un gran amor.
ResponderEliminarPrecioso.
Besitos de tu sureña.
Todas las historias de amor terminan, Maite. Nos quedan los recuerdos, las vivencias, las emociones... No hay finales felices, solo finales no excesivamente malos. Por eso hay que vivir cada momento, envolverse en cuántas emociones nos deje la vida, y vibrar atrapados en el vértigo de los sentimientos.
EliminarBesos de la manchega.
Joer, no hago más que leer penas...qué es lo que pasa hoy?
ResponderEliminarMuy bonito, como siempre, niña.
Besazos.
Yo estoy contenta, pero no te lo digo cantando como Salomé en Eurovisión porque no encuentro el traje de flecos y porque canto pésimo, peor, mal.
ResponderEliminarBesos alegres de primavera rebordecía (por el frío jajaja).
Existe un algo muy hondo de belleza y daño en esa historia que parece sencilla. Besos
ResponderEliminarSí, Joan es una historia de amor, pero también la de la incertidumbre que conlleva querer. Manel nunca supo si ella pensaba en otro cuando lo llamaba Manuel, solo al final ella le regaló la certeza ser él único hombre al que quería.
EliminarBesos o petons (a tu gusto).
Con esa despedida dejó claro ese sentimiento recíproco. No encuentro vocablos para decirte cuánto me ha gustado, Gondolilla mia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
A veces las palabras sobran, otras veces son necesarias.
ResponderEliminarPienso ahora en cuántas veces esperamos (o esperan de nosotros) esas palabras que no llegan y, que erroneamente, damos por sabidas.
Besos (en hechos y palabras).