Hace
escasos minutos que he llegado a casa. El tiempo justo de bajar la basura,
contonearme ante la atenta mirada de uno de los parroquianos del Cielo Azul que
apoyado en el ventanal-barra auxiliar observaba mis glamurosos andares camino
del contenedor, y retornar a mi hogar dulce hogar.
Aquí
estoy, tomando una horchata bien fría - hoy,
no solo me gané el pan sino algo más y la otra opción (peligrosamente
tentadora) está en el congelador en un caja de Mágnum Chocolate Infinity-
repasando los acontecimientos de este día.
Pero,
si bien extraordinarios no son, si podríamos etiquetarlos de peculiares. Me
explico (o lo intento).
La
primera quincena de septiembre es para mí, laboralmente, criminal. La
funcionaria toma posesión de mi persona y yo, Jane, desaparezco entre los
papeles, la gente y los plazos. Mi vida en estas fechas es trabajo, vida
doméstica y personal en servicios mínimos.
Consciente
de la fortuna de tener un puesto de trabajo en los tiempos que corren intento
realizar mis funciones lo mejor que puedo y sé, y dejarme de vagar mentalmente
por esos mundos. Septiembre es tiempo de pies en la tierra, y el cuerpo
agradece el descanso de una cama sin sueños. Pero, como diría mi madre, lo que es de más hasta la vergüenza es mala, y hoy yo me pasé
de cumplidora, teclea que teclea,
intentando finalizar un trabajo. Tan embebida estaba en mi labor que, a la hora
de marcharme. me encontré con la puerta cerrada. Por suerte oí vida en el
despacho de al lado, y afortunadamente vivimos en un pueblo donde rapidamente
localizas a quién tiene la llave salvadora. Una hora más tarde de lo previsto, zampaba
una pizza congelada en compañía de mi hijo. Y una hora después volvía a ese
despacho que empiezo a mirar con cariño masoquista y claustrofóbico.
Tecleando,
referenciando, imprimiendo… y escuchando las canciones que todos los días
repiten las emisoras de radio pasaron un par de horas cuando ¡oh cielos! un
aleteo distrajo mi quehacer. Un pájaro volaba cerca de mí. Un pájaro marrón,
grande y feo, que arrancó de mi poética
mente el siguiente pensamiento cargado de lirismo: “A que me caga en el pelo”.
Decidí darme prisa y salir pitando, aunque como mala del todo no soy, abrí las
ventanas para que el pobre animal volase hacía la libertad, y se olvidase de
mí. Pero él decidió quedarse muy quieto en la pared, comportamiento altamente
extraño en un pájaro, aunque no en un murciélago que es lo que resultó ser. Ahí
descubrí yo que, mira por dónde, no carezco de valor y sangre y fría, porque mi jefe confesó que le daba cierto
repelús, mientras que yo, en un absurdo arrebato de divismo, incluso accedí a
una foto para la posteridad, con gafas de sol, vampírica total.
Eran
las ocho de la tarde, quería terminar, imprimir, recoger e irme, y fue lo que
hice. Me daba pena el animal y no me hacía gracia la idea de encontrármelo
mañana de compañero de oficina, pero proseguí con lo mío, mientras uno de los
compañeros del otro despacho intentaba arrojar al murciélago draculín al
mundanal ruido, cosa que al fin logró.
De
vuelta a casa me detuve a comprar algo de fruta, y mi lado marujil no pudo evitar fijarse en el siguiente
anuncio:
Este curso…
(dibujo de bocadillo)
Bocadillos por whatsapp.
Cuando llegas…
… Ya lo tienes hecho.
Haciéndole una foto andaba para enviar por whatsapp cuando escuché
el móvil. El que mi grupo de amigas ha nombrado por unanimidad elhombremásrarodecuantosconocemos me preguntaba
si celebraba hoy mi onomástica (eso fue la palabra que empleó). Le aclaré que
no, recordándole que el día de mi santo tuvo a bien felicitarme y regalarme un
ramo de claveles reventones. Y fue entonces cuando me vino a la memoria que,
aquella mañana de agosto, al abrir la
puerta de mi piso un perrazo negro paseaba su amenazador porte por el rellano.
Perpleja me quedé y más cuando el can pretendió entrar en el ascensor conmigo.
Entonces la razón me dijo que era uno de los perros de la vecina del primero
que tiene varios guaus y miaus, pero hoy pensé que un animal precede siempre la
aparición de este hombre extraño incluso para mí. Por suerte no tiene barriga, no
entra en mis planes descubrir si posee corazón, y no hay peligro de que me atraiga. Y, aunque éste es uno de esos días en los que vendería mi alma
por un masaje en las cervicales, me apañaré colocando un cojín de Ikea bajo el
cuello, mientras hago zapping intentando buscar imágenes que me acompañen a ese
lugar blanco y tranquilo llamado nada donde descansar y, aunque pocas veces lo
recuerde, soñar.
Por
cierto, como no olvidé echar una loto, igual mañana soy rica.
Son de esos días raros, raros, raros, jajajajaja. Menos mal que el buen humor nunca abandona, y hace que lo mires con otros ojos, por ejemplo: esta peculiar entrada cargada de cosas raras.
ResponderEliminarMañana serás rica querida mía, mas no olvides que los días extraños seguirán abundando.
Un abrazo y recuerda que mañana es viernes!!!
No he mirado los resultados de la loto, mi querida Auroratris. Sé que soy rica en afectos, y eso es lo que importa.
ResponderEliminarY, sí, por fin es viernes...
Besos.
Me encantan estos textos tuyos tan intrascendentes, tan espontáneos, tan desconcertantes porque me contagias con tu innata simpatía ese sentido del humor con el que afrontas la vida cotidiana. Bsssss!
ResponderEliminarGracias Funámbulus.
EliminarEspero seguir conservando la sonrisa, las neuronas, y los amigos entre los que tú -bien lo sabes- siempre ocuparás un lugar.
Besos.
Y tan raros... Podrías haberlo llamado Surrealista Septiembre. Pero bueno, he logrado llegar al final sin que se me vaya la pinza a mí también...jaja.
ResponderEliminarUn beso raro, raro, raro.
Espera que, según el calendario regalo 2013 de la carnicería donde abastezco de proteínas a mis vástagos, el mes que viene no es un vulgar octubre sino octurbre. Promete ¿verdad?
EliminarBesos, raros tal vez, pero de todo corazón.
P.D. Por cierto el murciélago debía de tener un calendario raro también porque hoy es cuando pegaba su aparición, que es ¡¡¡ viernes 13 !!!
Me sumo a tu lista de admiradores, haces detenerme en exceso al escribir, pero es que expones tan bien tus vivencias cotidianas que deseo superarme, imposible para mi (mis pocas neuronas perecieron en mi juventud), pero me aprovecho de que desees compartir tu delicada sensibilidad cargada de ironia y nostalgia con los cimientos de este lector, que ansía ya seguirte en tu próxima aventura.
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
ResponderEliminarEspero poder leer también tus letras que, sin duda, serán sorprendentes.
Saludos.