Aquí, en el lugar que habito, las nubes intentan cubrirla mientras el aire se electriza y la tormenta rompe silencio y oscuridad.
Aullidos de un planeta vivo a los que uno los míos, lanzados en otras noches, en otro tiempo...
Aullido 1
Noche oscura del alma. Calles solitarias. Viviendas con ojos amarillos que te hablan de lugares donde vive la risa y la compañía. Pasos sobre la acera. Son tus pasos rompiendo el silencio nocturno, apresurándose por llegar a ese lugar que ya no es hogar, sino simplemente un refugio.
Aullidos que mueren en tu garganta, estrangulados por el silencio que te recibe en la casa vacía.
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Aullido 2
No hubo un aullido que gritase al mundo su dolor. No pronunció frases duras y cortantes. Las palabras danzaban en su cabeza, borrachas de dolor y miedo; pero controló que permaneciesen amordazadas tras la muralla de los labios cerrados.
Le dijo adiós, implorando con la mirada una caricia última, un "te quiero" enarbolado como una bandera blanca, un abrazo que lograse alejar el frío que se apoderaba de ella.
Lo vio alejarse, sin volver la vista, mientras su corazón, cubierto por el nitrógeno líquido del abandono, se hacia añicos en silencio.
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Aullido 3
La luz del sol no incita al aullido, pero sí a las palabras desnudas, expuestas sin pudor.
El sol revela las arrugas, que anoche alisaron los dedos. La luna no es mentirosa; es la fantasía y el misterio. La noche nos hace sus hijos, y mamamos posibilidades plateadas musicalizadas por el silencio.
Yo grito que nada es mentira, que todo es durante una fracción de tiempo.
Yo aúllo que tu verdad también es mi mentira.
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Aullido 4
Se odió por ser débil, por permitirle una vez más sentir su fragilidad, por dejarle saborear su dulzura.
Presa, una vez más, en la trampa de sus abrazos, y víctima de la pócima mentirosa que su boca vertía, se perdía en un torbellino de sensaciones.
Mientras de su boca salían gemidos de placer, su alma aullaba el dolor de la derrota al sentirlo, de nuevo, victorioso
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Aullido 5
Mis aulladores lobos no tienen horario. Van y vienen a su antojo, se emboscan en la inocencia de una canción, en la sutileza de un aroma o en un recuerdo inoportuno. Llegan y aúllan, llamando a los miedos ancestrales y las angustias.
Temo a esos lobos diurnos, que me asaltan por sorpresa y muerden el corazón. Son taimados y grandes estrategas. Aprovechan cualquier bajada de guardia, una grieta, una puerta entreabierta… Llegan feroces, depredadores implacables de la paz que envuelvo en algodones cada día.
Yo busco escudos protectores, armas disuasorias, refugios. Ellos gruñen amenazantes. Tomamos posiciones. Su poder es el desgaste, el mío metamorfosear la realidad.
Ellos aúllan, yo también.
Nunca unos aullidos dijeron tanto. Buenas palabras y buen enlace.
ResponderEliminarUn abrazo, rubia.
Gracias amiga mía.
EliminarBien sabes tú que mis aullidos son bajitos, aunque brotan del alma.
Besos siempre.