Quién soy

En un mundo imperfecto, yo no soy la excepción

jueves, 23 de agosto de 2012

VERANO DE FÚTBOL, LIB Y CLEARASIL

Tenía 15 años aquel verano de 1982; el de los mundiales, de la fiebre del fútbol y de Naranjito. Pero para mí aquel verano  fue el verano de Lib y de Paquita.
En la papelería de mi barrio era imposible comprar Lib o cualquier otra revista por el estilo. La señora Modesta no solo tapaba pudorosa los pechos y otras partes de la anatomía femenina de las revistas que, sin embargo, vendía. De habernos atrevido cualquiera de nosotros (¡tan pequeños y tan sinvergüenzas!) a adquirir semejante objeto de pecado, indudablemente habría puesto el grito en el cielo y en la calle.
Nuestro proveedor era Manuel, el hermano de Santi. Tenía 18 años, una Rieju y una novia distinta cada mes, con una característica común, unas grandes tetas que nos dejaban boquiabiertos. Él era nuestro camello pornoliterario.  Hacíamos la entrega de nuestro dinero, y un par de días después, a través de Santi, nos llegaba la revista deseada.  Y así admiramos a estrellas como Susana Estrada y  descubrimos que era posible adquirir unas gafas oscuras que cumplirían nuestra mayor fantasía: contemplar a todas las mujeres sin la ropa que llevaban puesta.
Nunca he ahorrado con más ansiedad que aquel verano.  Mi sueño era adquirir las gafas mágicas y gozar de la visión de un harem de odaliscas de todo tipo  que, ignorantes de mis ojos de rayos equis, mostrarían sus encantos solo para mí.
Ese era mi segundo sueño. El primero era un beso de Paquita, la vecina del segundo. Dieciocho años de rubia trigueña, delgada, dulce, y sonriente, que siempre me saludaba con un: ”Hola Antoñito”,  que agitaba mi alma y otras partes más rotundas de mi cuerpo.
En realidad yo no necesita la revista Lib para sentirme un hombre. Me bastaba imaginar  a Paquita, tal y como la vi un día que salió a tender. Debía haber acabado de ducharse, y  llevaba alrededor del cuerpo una toalla de colores, descolorida  por varios veranos de piscina de barrio. Al alzar los brazos la prenda cayó, mostrando al mundo la que, desde ese momento, fue mi diosa de la belleza. Aquel instante fugaz acompañó mis siestas, mis noches, mis mañanas y,  según vox populi, podía ser la causa del incremento de granos que  adornaban mi cara, y que combatía infructuosamente con Clearasil.
El mundo se rompió en pedazos la noche del  19 de septiembre cuando, al entrar al portal, vi a Paquita en brazos de Julio, el mecánico de la esquina. Se separaron deprisa cuando encendí la luz, y ella me saludó como siempre. Al día siguiente la vi subir en el 124 de Julio, y mi madre comentó con otra vecina que “la Paqui estaba novia”.
No compré nunca las gafas oscuras que ofrecían los anuncios del Lib.  Gasté todo el dinero que había acumulado en tardes de cine con Nati,  cuya boca de quince años sabía a misterio y chicles de menta.
Meses después, una tarde de primavera, cuando me crucé con Paquita,  sentí la necesidad de responder a su saludo de siempre: “Antonio,  llámame Antonio”.





4 comentarios:

  1. Recuerdo con claridad este texto tuyo, y ya te dije que para mí, aquel año, el de Naranjito, también fue especial porque nací. Hay algo más especial que nacer? jajajajaja

    Besos

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  2. Yo recuerdo las camisetas de Naranjito y los dibujos animados. El resto del texto, evidentemente, es pura ficción.
    Besos jovenzuelo.

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  3. Vaya año!!! Buena cosecha y buen texto de "pura ficción". Un abrazo, amiga.

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  4. Buenísimo texto, como siempre. Me ha transportado un poquito al "Cuéntame" de los 80 que tanta huella ha dejado (los 80, no el Cuéntame) en nuestras vidas.

    Te sigo, como siempre.

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