Quién soy

En un mundo imperfecto, yo no soy la excepción

lunes, 18 de marzo de 2013

Nombres

Flotando en el vientre de mi madre los escuchaba hablar.

-¿Qué nombre le pondremos? –preguntaba ella, dejándole llevar la iniciativa a él.
-Alberto, como yo –contestó mi padre sin titubear, a sabiendas que, como sucedería durante toda su vida en común, su opinión se impodría.

Alberto fue el nombre que aparecía en la pulsera de plástico que me colocaron al nacer. Las enfermeras y la matrona también estaban de acuerdo con dicha elección.

-¡Qué cara de Alberto tiene!-habían exclamado mientras me lavaban.

Alberto, Albertito, Tito en la infancia para distinguirme del Alberto maduro y consolidado de mi padre, al que me parecía como una gota de agua a otra.
-Es igualito que tú –decían familiares y amigos.- ¡Qué cara de Alberto tiene!

La adolescencia trajo, entre otras rebeliones, la de buscar una identidad diferente al Tito infantil o el Alberto, a imagen y semejanza de mi padre, que no me sentía. Mi primer apellido es Gómez y, en un alarde ingenio, decidí convertirme en Al-Go.

En la universidad fui Gómez Illán, expediente 344489. En el trabajo el ingeniero de mantenimiento. Conocí a mi mujer y para ella fui “cariño”. Papá o papi me llamaron mis dos hijas. Y el resto del mundo siguió considerándome el Alberto en que no me reconocía.

El paso de los años trajo muchas aceptaciones y algunas renuncias. Perdí pelo, gané peso, y se acentuó el extremado parecido con mi padre.
-No podrás negar que eres hijo suyo –decían esos parientes, estancados de por vida en una vejez mantenida, que hay en todas las familias.- Alberto de los pies a la cabeza.

Mi madre sonreía satisfecha de haber cumplido tan bien la tarea de perdurar el ADN de su marido sin, al parecer, importarle qué sería del suyo. A veces apostillaba:
-Es igual que su padre hasta en las maneras.

A los 51 años yo era un señor estable laboralmente, felizmente casado y padre de dos jovencitas de 17 y 14 años. Mi vida transcurría sin más sobresaltos que los habituales y, aunque al mirarme al espejo, yo seguía sin reconocerme Alberto, había aprendido a disimular la perplejidad que sentía.

Me había plegado plenamente a lo que el mundo esperaba de mí, cuando un suceso inesperado modificó mi vida de esa manera absurda que todos imaginamos aún cuando la sensatez más elemental informa de lo improbable que es que suceda. Sin embargo, contra todo pronóstico, la pequeña posibilidad se había abierto camino entre lógicas y razonamientos, y me encontré acertante de un boleto de lotería millonario.

Convencer a mi mujer, que siempre había sido reacia a los cambios, me costó un tiempo, pero me vio tan decidido a transformar nuestras vidas que, finalmente, se contagió de mi entusiasmo.

El dinero abre puertas y allana caminos. Viajamos al extranjero y nos pusimos en manos de los mejores profesionales de la cirugía. No queríamos convertirnos en otros, sino ser finalmente aquellos que realmente nos sentíamos. Ahora yo soy una rubia feliz llamada Alicia, y mi mujer es un apuesto señor con bigote. La llamo “corazón” pues no se decide a elegir nombre. No quiero presionarla para que lo haga, pero lo cierto es que yo me enamore de ella porque, aunque me dijo que se llamaba Elena, yo siempre le vi cara de Luis.






Nota: Texto recuperado de Caleidoscopio, el blog en el que me fragmenté como Gondolilla.



18 comentarios:

  1. Un texto que recuerdo, divertidísimo y original. Me queda la duda de si finalmente tengo otro tocayo.
    besos, Ángela

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    1. Jajajaja No había pensado en lo de tu tocayo, querido Luis. Igual Elena prefería llamarse Olegario (alegre nombre muy español que comienza por Olé), por ejemplo.
      Gracias por releer el texto y dejar tus letras amables.
      Besos para mi chico del sur.

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  2. Gran texto con una historia muy divertida, lo que no te cuenta es en qué pensarian las hijas despues de que su padre pasara a ser su madre y su madre su padre jaja. Un abrazo.

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    1. Los hijos nos sorprenden, Rendan. Y lo digo por experiencia. El año pasado comprobé la madurez de los dos chavales que me definen como madre.
      Abrazos.

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  3. Hay muchas mas personas de las que imaginamos, obligadas a vivir una identidad que no les pertenece. Pero el azar (en forma de premio,)quiso que Alberto reencontrara a su Alicia un quirófano. Nunca es demasiado tarde para vivir.
    Bonito relato Ángela.

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    1. Gracias Clara.
      A veces nos desubicamos y hay que preguntarse en serio "¿quién soy en realidad?" antes de seguir caminando.
      Besos.

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  4. Sí, yo recuerdo haberlo leído ya, pero lo he disfrutado tanto como la primera vez. Muy surrealista, niña. Si Almodóvar lo leyera...

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    1. La vida es surrealista, que nos lo digan a nosotras jajaja.
      O quizás los surrealistas seamos nosotros, vete a saber.

      Abrazos y ahuyenta de una vez a los virus del resfriado, que ya es primavera en el Corte Inglés.

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  5. jajajajaj y yo... me acuerdo perfectamente, he disfrutado el doble, por volver a leerlo y por hacerme recordar aquella etapa de búho. Genial.

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    1. Te aseguro que cuando revisando archivos antiguos lo encontré yo también me emocioné recordando aquellos tiempos de buho, un lugar donde tuve la fortuna de encontrar pájaros raros de mi misma especie.
      Besos sureña mía.

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  6. Pues yo no lo recuerdo, así que lo he disfrutado más que ninguno, ea.
    Los hijos no salen perdiendo, siguen teniendo a sus padres, ahora la que le servía la sopa se ha dejado bigote, y él que les daba la paga se ha puesto tetas, pero el amor es el mismo.

    Un relato magnífico Gondo.

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    1. Gracias querida tocaya.
      Disfruté mucho escribiendo este texto e imaginando a Alberto y Elena entrando en la clínica y saliendo emparejados pero a la inversa.
      Besos casi casi primaverales.

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  7. Me encantó la primera vez que lo leí y recuerdo lo que pensé entonces, lo mismo que hoy al releerlo: un texto muy original, surrealista y rozando la ternura en sus frases. Un abrazo, mi original amiga.

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    1. Bien sabes tú lo surrealista que soy a veces jajaja ja.
      Recuerda que un día escribiré un relato titulado "La noche de las sondas". ¿Te suena? Jajaja

      Besos, que esta tarde te doy en directo.

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  8. Me ha encantado volver a leerlo y recordarlo. Es una historia en la que veo venir el final y, sin embargo, no deja de sorprenderme. Será que también soy algo "sur-realista".
    Besos. Y gracias por tu hospitalidad. Y por los rollos de amor.

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    1. Gracias a ti a Auroratris por ser mis amigos en todo momento.
      Ya sabes que tenemos pendiente los gazapachos manchegos, esos que los malvados de mis hijos bautizaron como lésbicos jajajaa.
      Besos con abrazos.

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  9. Jajajaja, esa no se olvida jamás. Ya estoy esperando ese relato, amiga.
    Y que sepas que puedes contar conmigo para otra noche de esas.
    Un fuerte abrazo y me quedo con los besos en directo.

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    1. La noche de las sondas lleva camino de quedarse en mantillas si narramos la tarde del cine internacional jajaja.

      Tiempo al tiempo.
      Besos amiga querida.

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