Bigfordriver era una pequeña población situada junto a un río. Tenía escuela, banco, cárcel, oficina de correos, taberna, funeraria y un floreciente aserradero propiedad de Jimmy el pelirrojo.
Un ferry semanal unía el Bigfordriver con la ciudad, y dos veces al mes Jimmy el pelirrojo lo tomaba. En la ciudad cerraba tratos, bebía vodka, y visitaba la biblioteca devolviendo los libros prestados y solicitando otros.
Aunque ella más tarde le confirmó que sí se habían visto, él no recordaba haber encontrado en el ferry anteriormente a aquella mujercita pequeña cargada de paquetes, que subió dos paradas después que él. Si aquel día se fijo en ella fue por la jaula que llevaba, y que le pidió que sujetase.
-Gracias –le dijo con una voz suave de notas infantiles con acordes de mujer.
Volvió a verla al atardecer. Él fumaba siguiendo con la mirada el movimiento del agua. Pasaban cerca de una isleta llena de vegetación. Oyó un movimiento cercano. La mujercita de la jaula estaba allí y, para sorpresa de Jimmy, la abrió liberando un pájaro que escapó sin dudar ni un momento.
-Bonito gesto –comentó Jimmy.
-La libertad es bonita –replicó ella.
Fue entonces cuando la vio por primera vez, envuelta en la luz del atardecer de verano.
Dos semanas más tarde esperó verla en su parada, y así fue. Esta vez no llevaba jaula alguna. Jimmy levantó su sombrero, y se lo hizo ver.
-¿Hoy no liberará a ninguna criatura? –le preguntó.
Unos ojos avellana, salpicados de verde, se clavaron en los suyos.
-Tal vez debería liberarme yo, pero no sé nadar –fue la sorprendente respuesta.
Fumar aquel atardecer fue una excusa. La esperaba, y llegó. Se acodó a su lado contemplando las aguas. Jimmy se sintió a gusto con la desconocida. Le llegaba su perfume, y también su voz. Le dijo su nombre Anne Rose, y que cada dos semanas visitaba su tía en la ciudad. Él se presentó a su vez, le dijo su nombre, y su profesión.
Dos veces al mes, se encontraban. Un día hablaron de libros. Jimmy buscaba en la obra de grandes pensadores instrucciones para vivir. Ella leía novelas de amor, y soñaba hacerlas realidad. Ambos tenían otra vida de la que nunca hablaban.
El día que Anne Rose no cogió el ferry como estaba previsto, Jimmy comprendió que estaba enamorado de ella. No pudo concentrarse en los negocios. No encontró lecturas en la biblioteca que pudiesen calmar el corazón efervescente. Esperó al próximo viaje con la ansiedad de un adolescente desbocado. Entonces la vio llegar. Subió tan cargada de paquetes como siempre, y le entregó uno a él.
-Son cartas –le dijo.- Te escribí una cada día. Quiero que las leas luego, cuando no estemos juntos.
Aquel atardecer brotaron las palabras calladas durante mucho tiempo. Cuando el ferry atracó, ella le dijo:
-Si algún día te mueres por estar conmigo ¿me lo dirás?
-Sí.
Cuando Jimmy la contempló alejándose entre la multitud comprendió que aquel era el día. No dijo nada. No la llamó. Se dejó morir, esperando volver a la vida dos semanas después, cuando ella se acodase a su lado al atardecer.
Qué historia más linda!!!
ResponderEliminarSe dejó morir... uffff, qué cobardes son los hombres ¿eh? y qué original e interesante es esa Anne Rose.
Besitos manchega mía.
Anne Rose tiene su puntillo ¿verdad? Pero no te comas de vista a Jimmy porque no hay otro igual.
EliminarBesos sureña valiente.
A veces, la fantasía hace mas bella aún la mas dulce realidad. Vivir con la ilusión de un próximo encuentro, sin romper el encanto de la casualidad es el súmmum del enamorado Jimmy.
ResponderEliminarLo entiendo muy bien.
Precioso Ángela
Lo cierto es que la ilusión es el comustible del enamoramiento. Esperar un encuentro, imaginar lo que dirá y responderás, fantasear... todo forma parte de esa locura maravillosa.
EliminarBesos y abrazos.
Preciosa, tierna, llena de matices. He vivido cada cita, amiga mía.
ResponderEliminarUna pregunta: ¿pelirrojo?
Un fuerte abrazo, Gondo.
Pelirrojo, Auroratris jajajaa.
ResponderEliminarRecuerdo que te debo el texto de la pelirrojofobia. Lo buscaré y te lo pongo.
Besos querida amiga.
Lo digo en serio, esta tarde cojo el ferry de Bigfordiver, con mi libro de crucigramas existenciales. Si alguien quiere llevarme un paquete de cartas, estaré esperando. Aunque sean (las cartas) de tarot.
ResponderEliminarUn abrazo.
Las cartas del tarot no sé echarlas, Amando; pero leo las líneas de la mano. Si nos vemos en el ferry echaré un vistazo a las tuyas.
EliminarAbrazos.
Pelirrojo? Sí, a mí también me ha chocado. Estás haciendo las paces con ellos? Sólo te ha faltado decir que también tenía pecas...jaja.
ResponderEliminarMuy tierno, muy romanticón. Parece casi del Siglo XIX...
Un beso (¿Y lo del nombre del pueblo? ¡Me tiene loca!)
El nombre del pueblo inventiva total.
ResponderEliminarLo de los pelirrojos es por terapia jajaja. Les voy a dar una oportunidad.
Besos.
Lo de los pelirrojos es por catarsis, ¿no? Me ha encantado la historia y los nombres del pueblo y de los personajes; hacen que el relato parezca ambientado en la América profunda. Este lo quiero ver yo publicado, ¿eh?
ResponderEliminarUn abrazo
Jajaja
ResponderEliminarLa escritura es catarsis, Lucy.
Este relato formará parte de Yo Jane, tú sabes de que va. La vas viendo crecer... 124 páginas y sigo.
Besos.
Bonita historia con final abierto, me has dejado con las ganas de saber que ocurre despues. Un abrazo amiga.
ResponderEliminarGracias Rendan.
ResponderEliminarLa verdad es que me gustaría encontrar un principio feliz para ellos, porque los finales siempre tienen sabor triste.
Abrazos.