Cuando la vio, entre un montón de enseres que se amontaban en el puesto del mercadillo, comprendió que era la señal que esperaba. Tantos años dando tumbos, probando vidas, intentando formar parte de algo, y ella era la clave. Sintió la misma emoción que a los trece años, cuando sus manos la rozaron por primera vez.
- ¿Le gusta? Es una pieza de museo, amigo. Aproveche la ganga –el viejo vendedor había descubierto la emoción del deseo en sus ojos, y sabía que habría negocio.
No necesitó convencerlo. Era idéntica a la Olivetti Lettrera 32 color verde de sus trece años. Ella encerraba la capsula del tiempo de aquel verano, cuando él se soñaba escritor cada tarde, y con dos dedos emborronaba una cuartilla tras otra relatando las delirantes aventuras de Martin Holmes. Ese era su personaje, su alter ego, un detective californiano, como los de los telefilmes de la televisión, que bebía whisky, fumaba constantemente, y se enamoraba invariablemente de la mujer equivocada.
Llegó a casa con el corazón acelerado. Depositó la vieja máquina de escribir sobre la mesa de la cocina. Puso una cafetera. Tenía cuarenta y dos años, vivía solo y se sentía desencantado; pero también era un adolescente de trece, que imaginaba aventuras constantemente. Tanteó las teclas. La ese no bajaba lo suficiente, y la cinta bicolor estaba gastada en la parte negra. Comenzó a escribir en rojo:
“Aquella tarde de mayo Martin Holmes leía el periódico de la tarde, cuando ella llamó a la puerta del despacho. El ruido de sus pasos la precedía, y su perfume anunciaba lo que comprendió nada más verla. Aquella mujer de rostro angelical y cuerpo de proporciones diabólicas, era sinónimo de problemas”.
El tac tac de la vieja máquina acompañaba al toc toc de un corazón rejuvenecido. El aspirante a escritor sonreía, mientras Martin Holmes aceptaba el encargo, aparentemente sencillo, de la enigmática y fascinante Susan Acker.
Yo tengo una lettera 50, una novela inacabada y unos sueños en tardes de verano. Comprendo ese flechazo al verla, y la emoción de recuperar su alter ego.
ResponderEliminarLetras rojas.... ¿no es la pasión de ese color?
Genial, mi Gondo!!!
Un fuerte abrazo, amiga.
Gracias Aurotris.
EliminarYo recuerdo las cuartillas en blanco que en mi mente se llenaban de vida, las tardes de verano, la emoción de ver aquellas letras en tardes de luz...
Besos desde esta pantalla que abre mundos.
Que bueno Ángela!, por casa también hay una Olivetti (por cierto, no sé dónde) con la que escribí bastante. Muy buena tu historia de retorno al pasado. La banda sonora es expléndida para el relato.
ResponderEliminarBesos
Gracias Clara.
EliminarYo tenía una olivetti estudio 45. Fue mi compañera de sueños.
Besos.
Genial la entrada.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Eva.
EliminarBienvenida a este lugar.
Besos.
Novela negra en ciernes.
ResponderEliminarMe apetece leerla.
Besos.
Algo de novela negra tengo previsto, Toro; pero ahora ando con otra cosa.
EliminarEspero que muy pronto pueda leerse.
Besos.